Lorenzo Shakespear

Los aeropuertos como ecosistemas de marcas

Los aviones y los aeropuertos hacen del mundo un lugar accesible. Transportan gente, unen ideas y celebran, con cada vez más razón, lo que parecía imposible: un mundo sin fronteras.

El aeropuerto es como un gran territorio soberano dividido entre miles de ciudades, en el que las reglas que conocemos, aplican de otra forma. Como en las embajadas, o el Vaticano, o los locales de las marcas globales. El aeropuerto es un espacio con reglas temporales distintas en las que podemos tomar un whisky a las 9 am, caminar sin rumbo una y otra vez sin preguntarnos por qué, comer a cualquier hora, comprar chocolates, la afeitadora y corpiños, en el mismo momento, con total sensatez. Pasar del vértigo a la calma, de la austeridad a los excesos, del ostracismo al exhibicionismo, de la verborragia a la privacidad.

El viaje empieza en el aeropuerto

Las posibilidades de diseñar un ecosistema de comunicación y estimulación integrado, no tienen límites. Se basan en la interacción permanente entre ideas, oportunidades y negocios con marcas. Sorprender es la premisa. El concepto central es conectar. Conectar excitación con evocaciones, momentos felices con ideales, deseos con su realización, lo lejano con lo cercano. Conectar personas, conectar afectos, conectar mercados, conectar comunidades y familias, ayudas con necesidades, soluciones con problemas, alegría con desasosiego.
Conectar emerge, entonces, como un ideal que impregna a cada acción como concepto subyacente.

Las posibilidades de los aeropuertos no deben imaginarse como un fin o un entretenimiento en sí mismas, dirigidas a los viajeros de cada día, sino como un recurso para amplificar la visibilidad de las marcas y la fascinación de las terminales a millones. La visibilidad amplificada de eventos contextuales determina la audiencia, el alcance y la escala del negocio del aeropuerto, concebido como marca madre.

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